Texto sobre la masterclass conjunta llevada a cabo el 3 de diciembre

por los docentes Silvina López y Ariel Elijovich. 

 

 

Escribimos esta reflexión pasada la hermosa experiencia que fue dar 6 clases en pareja pedagógica con Silvina. Fue un día intenso de trabajo, de más de 8 horas de clases donde, en ronda y con muchísimo respeto, fuimos trabajando todos juntos (Silvina, los guitarristas que tomaron clases, los que vinieron a escuchar y yo) sobre temas emergentes.

 

Escucharla a Silvina dar clases es una experiencia iluminadora. Creo que no he escuchado jamás a un docente focalizar toda su intensión comunicativa en que quién esté trabajando encuentre su propia voz. Una propuesta de profunda búsqueda personal que pone en evidencia cuanto nos cuesta a veces a todos estar con nosotros mismos y despojarnos de las presiones internas y externas que generan más angustia que placer al momento de encontrarnos con el instrumento en las manos para hacer música.

 

Ambos, Silvina y yo, nos dedicamos a la docencia por un profundo amor a la música, y el deseo de que todos podamos compartir eso que ya está ahí, la capacidad de todos de expresar nuestra identidad, pero a través de sonidos producidos en un instrumento. Eso significa, para los dos, un énfasis intenso en la necesidad de redescubrir constantemente quiénes somos, que deseamos, que necesitamos y que queremos decir.

 

Y, mientras que yo he enfocado mi didáctica a tratar de encontrar ejercicios que permitan descubrir sensaciones musculares (y sus relaciones con la producción del sonido) sobre las cuales cada uno puede luego trabajar,  Silvina parte desde la otra punta de la madeja y genera un clima, un estado de presencia, en el cual se generan esas mismas sensaciones porque el ambiente y la persona les hace lugar a través de un estado de ánimo específico.

 

Es un balance delicado entre ahondar en el “ser” de cada uno (eso que somos en ese momento, que está ahi) y disponer de la información específica que nos permite tomar decisiones para desarrollar el “ser” segundo a segundo (eso que queremos ser al momento siguiente). El balance entre encontrar información propia desde la propia experiencia y experimentar en carne propia con la información que nos ofrece el medio, que está disponible a través de lo que saben otros.

 

Una de las cosas más lindas que surgió durante el día (y fue reproponiéndose y variando) fue la necesidad de darse el espacio para maravillarse y sorprenderse del hecho de que podemos hacer un sonido. De que la evolución del ser humano va de la mano con la evolución de la mano. Que los movimientos naturales de la mano nos ofrecen un sin fin de combinaciones y posibilidades y que cada una de esas nos ofrece un resultado sonoro distinto. La posibilidad de un sonido especial.

 

Buscar que ese sonido nos contenga. Crear un mundo a través del sonido del mismo modo que un escritor crea un mundo en una novela o en una obra de teatro. Y que ese mundo sonoro (desde un solo sonido hasta en una obra entera) sea específico. Que usemos los sonidos como los escritores usan las palabras, que cada sonido exponga nuestra intención, declare lo que ponemos en ese mundo, por nosotros.   

 

Y, también, poder reconocer y explorar el mundo contenido en la creación del compositor, que de alguna manera está implícito en la razón de cada nota, de cada signo de articulación, de cada dinámica de expresión, de cada célula rítmica, intervalo melódico, color armónico, frase y sección

 

Fundamental, la idea del placer como base para el estudio. Ya habíamos hablado de esto en alguna reflexión del blog, pero surgió nuevamente y con mucha presencia esa idea de que no se llega a disfrutar acumulando sufrimiento. Que la belleza del sonido y la expresividad vienen de la mano del placer sensible al trabajar una pieza. Y que el camino de cada uno pasa por tratar de volvernos cada vez más sensibles, no solo a nivel de sensibilidad estética o muscular o auditiva, si no también volvernos más sensibles como personas, hacia los otros.  La sensibilidad no es compartimentada, es orgánica, holística. Y que complejo es el camino de la sensibilidad cuando el mundo que nos rodea nos presiona continuamente y casi nos obliga a hacer el camino contrario, el de la insensibilización.

 

La respiración como fuente de energía, como sustento de esa voz que es el sonido que producimos, como liberadora de las tensiones corporales e impulso vital y musical. Cómo cambia todo el discurso si prestamos atención a la respiración y que notable lo mucho que nos cuesta incorporar una respiración natural al discurso musical, a veces aturdidos por la sucesión de notas de la obra.

 

El dominio que viene del estudiar con lentitud, dándose tiempo para desear con especificidad cómo tocar la siguiente nota, preparar y disfrutar del movimiento que produce el sonido, darse lugar a maravillarse o sorprenderse con el resultado sonoro y luego tener tiempo de reflexionar a cerca del resultado y descansar antes de producir el sonido siguiente. Darse el espacio para que cada nota sea Entera.

 

Es difícil volcar 8 horas de trabajo en un papel. Pero que importante es trabajar sobre las razones que nos llevan a hacer música y sobre nuestro vínculo con el cuerpo y con el sonido. Cuanto ayuda bailar, compartir comentarios, divertirse y reflexionar sobre estética, historia, filosofía y música al quehacer instrumental.

 

Volver a Escritos.

 

 

Ir a Reflexiones sobre Interpretación Técnica y Mecánica.

 

----------------------------------